Descubriendo las hoces de vegacervera, si vienes a León tienes que visitarla
Guía Turística León
Hace un par de meses pasé por allí de camino a la montaña y me pasó lo de siempre, que es imposible no bajar la ventanilla y mirar hacia arriba aunque haga frío. Es curioso porque, por muchas veces que pases, esas paredes verticales de piedra caliza que se levantan a los lados de la carretera siguen imponiendo el mismo respeto que la primera vez, como si se te fueran a caer encima de un momento a otro.
Es un sitio bruto.
Si vienes a León buscando naturaleza de la que te deja callado un rato, las Hoces de Vegacervera son obligatorias, y no lo digo por decir. Están al norte, siguiendo el curso del río Torío, y la verdad es que el paisaje cambia de golpe: pasas de llanura y colinas a estar encajonado en un desfiladero espectacular donde la carretera y el río se pelean por el poco espacio que hay.
No tiene mucha ciencia llegar, pero sí tiene su miga disfrutarlo bien.
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Lo que nadie te cuenta de la conducción (y el aparcamiento)
En teoría es un paseo idílico por la montaña, pero en la práctica conducir por aquí tiene su aquel si no estás acostumbrado a carreteras de garganta. La carretera es estrecha, sin arcenes, y a veces da la sensación de que los autobuses que vienen de frente ocupan todo tu carril, lo que te obliga a frenar y pegarte a la roca más de lo que te gustaría. A mí me gusta conducir, pero he visto a gente pasarlo regular en las curvas cerradas.
Y el aparcamiento… ay, el aparcamiento.
Esto suele ser un problema. No hay un parking oficial gigante esperando a que llegues con tu coche; lo que hay son pequeños apartaderos de tierra y grava pegados al asfalto que caben dos o tres coches mal contados. Si vas un fin de semana de julio a las doce de la mañana, lo más probable es que no encuentres sitio y te toque seguir hasta el pueblo de Vegacervera para dar la vuelta, lo cual da bastante rabia cuando ibas con la idea fija de parar.
Mi consejo es que madrugues o vayas a la hora de comer.
El otro día un cliente nos comentaba que fue a las tres de la tarde y lo tuvo entero para él solo. A veces el truco es ir a contracorriente de lo que hace todo el mundo.
¿Bañarse o no bañarse? Esa es la cuestión
Verás gente bañándose en las pozas que hace el río Torío, y el agua tiene un color turquesa increíble que invita a tirarse de cabeza, pero ojo porque engaña. El agua no está fría, está lo siguiente; viene directa del deshielo y de las cuevas, y meterse ahí te corta la respiración de golpe, aunque te deja la circulación nueva para toda la semana.
Yo lo he probado un par de veces.
Sales tiritando pero con una sensación de energía brutal. Eso sí, ten cuidado con dónde pisas porque las piedras del fondo resbalan como si tuvieran jabón y es muy fácil darse un golpe tonto o hacerse un esguince si vas descalzo, así que mejor lleva escarpines o unas zapatillas viejas.
Por cierto, un detalle importante:
Estás literalmente al lado de la Cueva de Valporquero. Sería absurdo llegar hasta las Hoces y no subir a ver la cueva, porque es de lo mejor que tenemos en la provincia (y probablemente en España). Lo suyo es hacer el plan completo: visita a la cueva por la mañana y bajada a las Hoces a comer el bocadillo y mojar los pies.
Preguntas Frecuentes
¿Es una ruta difícil para niños?
No es una ruta de senderismo como tal, es más bien un sitio para parar y ver. Si caminas por los bordes de la carretera hay que tener mucho ojo con los niños porque pasan coches, pero bajar al río es fácil en algunas zonas.
¿Se puede ir con perros?
Sí, sin problema. Al ser naturaleza abierta pueden estar contigo, pero tenlos controlados cerca de la carretera. En el río se lo pasan bomba, aunque el agua esté helada.
¿Cuándo es la mejor época para ir?
Finales de primavera y verano es lo ideal para disfrutar del río. En invierno el paisaje nevado es precioso, pero la carretera puede tener hielo y el frío allí se mete en los huesos.
En resumen: ¿Vale la pena el viaje?
Rotundamente sí. Es uno de esos sitios que te hacen sentir pequeño y que te desconectan de la ciudad en cuestión de segundos, aunque solo sea por el ruido del agua y la magnitud de la piedra. No hace falta que estés todo el día; con parar media hora, respirar hondo y hacer cuatro fotos, ya te vuelves con las pilas cargadas.
Y funciona.
Después de un día de ruta, frío y carretera, lo que mejor sienta es llegar a un sitio donde puedas descansar de verdad sin complicaciones. Si vienes a visitar la ciudad y buscas un alojamiento moderno y céntrico, nosotros te lo ponemos fácil.

